Personas y Circunstancias

La muerte voraz / Editorial 2025 mayo 21

Por: Ricardo Meza Godoy

Resulta inevitable tener que hablar de la muerte, pero es necesario. Tenemos que hablar de ella, porque en nuestro país la muerte nos visita con mucha frecuencia. Demasiada.

Hasta parece que entre la muerte y nosotros, ya no hay el respeto que había antes. Está como envalentonada. Desatada. Voraz.

Y nosotros estamos como entumidos, como que nos volteamos para otro lado y por eso ella busca formas nuevas para hacernos ver que ahí anda, buscando una atención que no le damos, hasta que nos pasa rozando. Ahí sí pegamos el brinco.

La muerte encontró en México un fértil lienzo para manifestarse de distintas formas. A veces de manera escandalosa, con personas asesinadas a plena luz del día en lugares públicos y concurridos. O en fiestas, en parques, a la puerta de sus hogares, o sentados simplemente mientras transmiten un video en vivo desde su pequeño negocio.

Otras veces lo hace a través de la ignorancia y la apatía, con negligencias que desencadenan tragedias evitables. Aparentes accidentes que son simple consecuencia del abandono de protocolos, de la falta de mantenimiento, o hasta de la ausencia de sentido común. Esas negligencias que duelen profundamente cuando afectan a nuestros grupos más vulnerables, o a nuestras hijas e hijos.

A veces la muerte solo deja pequeñas pistas. Pero hay quienes aprendieron a reconocerlas, a seguirles el rastro y revelar lo que hay debajo.

Así es como surgieron y se volvieron parte de nuestro México, los grupos de madres buscadoras, los colectivos de familiares que buscan a personas desaparecidas, la mayor parte del tiempo con sus propios medios y recursos.

Se han dedicado a escarbar en lugares recónditos, polvorientos y peligrosos. Y en más de una ocasión se han visto frente a frente con ella, con la muerte. Aunque sea por un instante porque es escurridiza, pronto se esconde de nuevo, y son esas mismas personas, con una determinación admirable, las que corren a seguirla otra vez. Y reinician ese juego macabro que tanto daño ha provocado a nuestra patria, el juego de las personas desaparecidas.

Hay ocasiones en que la muerte saca nuestro lado selectivo, porque ocurre, que nos indignamos más por unos muertos que por otros.

La madrugada del 19 de mayo de 2025, en San Bartolo de Berrios, San Felipe Guanajuato, siete jóvenes fueron acribillados, asesinados a sangre fría mientras se encontraban en la plaza del pueblo. Había entre ellos algunos menores de edad.

Pocas fueron las voces en nuestro país que se alzaron en protesta por este hecho, entre ellas la carta de los Obispos de México que a través de un comunicado de la Conferencia del Episcopado Mexicano hicieron un llamado urgente a no permanecer indiferentes ante esta tragedia. Siete vidas arrebatadas en un instante, que dejan un profundo dolor en sus familias.

Las masacres. Esas de las que se sonrió en alguna ocasión nuestro ex presidente Obrador apuntando con el dedo hacia una pantalla, mientras daba una conferencia desde un Palacio.

En el transcurso de la mañana de este martes 20 de mayo de 2025, fueron asesinados a tiros, en la alcaldía Benito Juárez, la secretaria particular y el asesor de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada Molina.

La indignación fue inmediata y masiva. Sus nombres, Ximena Guzmán y José Muñoz, y sus fotografías inundaron las redes sociales y medios nacionales. Las declaraciones y las ruedas de prensa, los avisos de que no habrá impunidad, de que se llegará al fondo del asunto. El alto perfil.

La muerte es la misma para todos, nuestro acercamiento es distinto. Hasta que nos pasa rozando, ahí pegamos el brinco.