Lo que no se puede medir / Editorial No.18
Lo que no se puede medir
Por: Ricardo Meza Godoy
Bajan los índices, suben los índices, los índices están estables, el primer bimestre mejoró comparado con el anterior o con el primer bimestre del año pasado. Subidas y bajadas y ahí nos tienen a todos, viendo resultados y números positivos constantemente, pero que en nuestra realidad, en nuestros gastos y experiencias cotidianas no parecen reflejarse igual.
Si a mí me lo preguntan podría decirles que año con año, día tras día, todo es más caro y nada baja, ni los impuestos, ni los precios de las cosas más indispensables, mucho menos los de las no tan indispensables. La energía eléctrica es más cara, el agua es más cara, la gasolina es más cara, las verduras son más caras, viajar deja de ser alternativa y se convierte en aspiración, los jabones son más caros, la comida del perro y del gato es más cara, la ropa es más cara, ¿le sigo o nos vamos entendiendo?.
Cada vez alcanza para menos y eso es una realidad que usted, querido lector, querida lectora, difícilmente lo podrá negar.
Si desde los gobiernos, o desde el empresariado nos cuentan esas historias de exitosas y multimillonarias inversiones, nos hablan de grandes proyectos y oportunidades, ¿dónde está el beneficio?, porque sinceramente no lo veo, ni lo vivo. ¿O quizá sí hay beneficio, pero no llega a donde tiene que llegar?... no me importa pero quiero saber. Bueno sí me importa, solo estaba parafraseando a un influencer sonorense.
Pongamos el ejemplo más actual en nuestro rancho/ciudad. El proyecto de modernización del Puerto del Sauzal, anunciado como un área de oportunidad para mejorar la economía. ¿¡La de quién!?, ¿la de las empresas chinas?, ¿la de las familias de algún grupo de empresarios mexicanos, ya millonarios, que ni viven aquí?, ¿la de la delincuencia organizada que ya tendrá 2 puertos para mover mercancía?, ¿la de quién?. Porque casi puedo asegurar, y sin utilizar una bola de cristal, solo con pura estadística de las últimas décadas, que ni en los bolsillos de la población en general, ni en la del Sauzal ni en la de Ensenada, caerá un quinto.
"Es que el beneficio es de rebote, indirecto", nos van a venir a decir, como se acostumbra decir cuando algo genera dinero, pero para unos cuantos.
Indirectas las calles que tendrá que tomar media ciudad una vez comience el movimiento de contenedores. Aunado a otro gran proyecto anunciado, de beneficios también indirectos (primero en las bolsas de otros y luego a ver si en alguna tuya) que es Ciudad Jatay, cuyos detalles sabemos todavía menos pero que implicaría el desarrollo de una zona industrial que incrementaría, sí o sí, los movimientos de vehículos de carga por la misma ruta, sin considerar otros aspectos como el consumo de agua y posibles afectaciones ambientales.
De ahí el descontento de un sector de la población, particularmente de la comunidad surfista y grupos ambientalistas, que ven en proyectos como la ampliación del Puerto del Sauzal un riesgo que no están dispuestos a tomar, que amenaza no solo a un estilo de vida que forma parte de la cultura ensenadense, sino a la salud de los ecosistemas locales y el propio funcionamiento del sistema de olas en la zona, que las hacen únicas.
Aunque quizá esa desinformación no sea casualidad en un proyecto económicamente tan jugoso, y ya tan avanzado.
Estadísticamente, a Ensenada no se le ha dado tampoco mucho lo de ser amigable con el medio ambiente. Salvo un intento hace casi 10 años, en el que se logró certificar una de sus playas, la de la Lengüeta Arenosa en Punta Banda, como la primer playa limpia del Estado. Desde entonces, y de manera recurrente, fugas de aguas negras y tiraderos clandestinos han afectado nuestra costa.
Esta playa estará por mucho tiempo muy contaminada, me dijo hace algunos años un investigador del Instituto de Investigaciones Oceanológicas de la UABC, mientras estábamos parados frente al mar en la zona de Playa Hermosa, esa playa donde el alcalde anterior en una ocasión, y para asegurarle a la gente y al turismo que sí estaba limpia, se metió al mar acompañado de sus asistentes más cercanos, y se dieron un chapuzón mientras hacían una transmisión en vivo por facebook.
Como si nada más meterse fuese suficiente para eliminar la suciedad, ni que fuera la playa un partido político.
Apta para bañarse dicen un día. Bandera roja, dicen el otro. Apta para bañarse dicen al siguiente. Bandera roja, dicen al otro. Es una historia que toda persona ensenadense conoce muy bien.
Y todo recae de nueva cuenta en la manipulación de los números, de las estadísticas, de los estudios a modo.
El mismo escenario se vive en materia de seguridad. Pasamos de ser una ciudad en la que cualquier persona podía caminar por la noche en la calle sin temor a ser asaltada, a una ciudad en la que desaparecen personas o les disparan con armas de fuego a plena luz del día y la mayoría decide mejor ya no salir a caminar por la noche. No me parece eso una buena señal como para sentir que Ensenada es más segura que antes. No, no lo es, pero en la estadística vamos a la baja. ¿A la baja con respecto a qué?.
Por esto es difícil dejarse llevar simplemente por una alentadora noticia de buenas nuevas, con todo y su gráfica de barras o de rayitas. Porque la realidad nos ha hecho desconfiados, y la desconfianza nos ha dado la razón año tras año.
Por esto, es importante contrastar las estadísticas, y es necesario prestar atención a aquellas personas que son portadoras de datos especializados, no solo desde gobierno, sino desde la propia sociedad civil, a esa que oyen pero no consideran y que al final se le da la razón, cuando ya es muy tarde.